La ceremonia del té

(english)

La ceremonia del té es como el reverso amable del bushido y de las artes marciales. El incisivo filo de la espada y la puntiaguda y certera flecha dan paso, por eliminación de lo superfluo, a una relajada simplicidad. Relajación atenta, centrada en la reunión y acogida, con sencillez y complicidad. Cha-no-yu o chado, la ceremonia del té, es también un –do-, camino, vía, sendero interior. Arte del té.

Sen no Rikyu , maestro de té

Sen no Rikyu , maestro de té

Aunque existe certeza documentada de que ya el emperador Shomu (siglo VIII) sirvió té chino a sus invitados, se dice que las primeras semillas fueron traídas y cultivadas por el monje que hizo posibles los primeros asentamientos japoneses de la secta Zen, Eisai (1141-1215). Otro monje, Dai-o (1236-1308), importó la ceremonia del té tal como la practicaban los monjes en los monasterios chinos y enseñó a múltiples seguidores. Ikkyu (1394-1481), abad de Daitokuji, enseñó a Shuko (1422-1502), y éste al shogun Ashikaga Yoshimasa (1435-1490) que, siendo un gran mecenas de las artes, lo introdujo en las áreas del poder militar y aristocrático. Así fue como, en Japón, la ceremonia del té dejó de ser una actividad exclusivamente monacal. Sen no Rikyu (1521-1591) terminó de perfilar los principios que desde  entonces han regido esta ceremonia tradicional. La personalidad y sensibilidad del anfitrión dará las últimas pinceladas a una ceremonia convertida así en acontecimiento único y exclusivo.

Hervir agua, añadir té, beber. Era la simple formulación con la que el maestro Rikyu -en la imagen- desmitificaba cualquier tentación de ostentación para la ceremonia. La sencillez preside, pero no por ello deja de ser un acto ceremonial pues responde a sutiles reglas que hay que tener en cuenta y respetar. Empezando por la propia estructura de madera y bambú de la casa de té que diseñara el propio maestro Rikyu, más parecida a una choza de campesino que a un lugar ceremonial. ‘Casa de asimetría’, evocadora de lo inacabado, el camino, la perfección no alcanzada.

La sala de té (sukiya) es el lugar de reunión, de escasos metros cuadrados -como para unas cinco personas-, cuya austeridad evoca su origen monacal. A ella se llega desde el exterior en cuyo jardín los participantes se purifican, se desprenden de emociones mundanas distorsionantes, los samuráis depositan sus armas, se acuerda un orden de acceso. A través de un sendero de losas (roji), que simboliza en pasos contantes la distancia con el mundo exterior, y tras pasar agachados -ejercicio obligado de humildad- una puerta de unos 80 cm de altura, acceden a la sala.

Dentro, el elemento más sobresaliente y sin embargo más sombrío -elogio de la sombra- es el tokonoma, una especie de altar en delicada penumbra dónde habitualmente se cuelga un kakemono con una caligrafía o motivo pictórico especialmente escogido para la ocasión y un ikebana o adorno floral, aquí como complemento pero que en sí mismo constituye una actividad tan plena de sentido como el tiro con arco, la esgrima o la propia ceremonia del té. Los participantes, tras una breve reverencia al tokonoma, ocupan sus espacios, se hace el silencio y aparece  el anfitrión, que esperaba en una sala preparatoria anexa.

La ceremonia del té se desarrolla con espontaneidad, sin excesiva ritualidad, abierta a una relación natural que dependerá del anfitrión, de los participantes y de la trascendencia o motivación del momento. Cuatro principios elementales han de estar presentes:

  • Armonía (wa), presidida por la bondad y la compasión interpersonal, suave armonía para los cinco sentidos conjugada por el sonido y la penumbra de la sala, por el aroma y el sabor del té, y por la aspereza y rugosidad al tacto del cuenco tradicional.
  • Reverencia (kei), preside una relación atenta, caballerosa, leal y sincera, basada en la igualdad, en el respeto y en la consideración. El Zen enseña a reverenciar y a desdeñar, a aceptar y a rechazar.
  • Pureza (sei), verter el té es verterse, vaciarse, dejar libre la esencia pura, libre de avaricia, violencia, ira, indolencia, abierta a la iluminación y al arte. ‘Casa de la fantasía’.
  • Tranquilidad (jaku), disposición mental derivada de la vacuidad atenta, sin pensamiento disperso, sin desasosiego. El vacío es principio y fin. ‘Casa de vacío’.

El espíritu de la ceremonia del té constituye un modelo cuyo objetivo es impregnar y prolongarse al resto de las actividades cotidianas, suprimiendo los rituales artificiosos, practicando la bondad, eliminando la ostentación.

José Antonio Giménez Mas

CO-12b

Flor del té

URBAN GALLERY (.pdf): http://www.urbangallery.es/enlaces/oriente12.pdf

6 comentarios en “La ceremonia del té

  1. Cuabdo estuve en Japón fui a una ceremonia del té. La habitación muy simple, tatami y objetos para la ceremonia muy sencillos, por aupuesto no hicimos la purificación de los samurais, pero sí tuvimos que estar casi en silencio y ni perder detalle de la lenta presentación, cada gesto con mucha precisón y movimientos concentrados al hervir el agua, poner el te en el bol y una vez servido, su consumición ha de ser lenta y concentrada en nuestros pensamientos.

  2. No creo que pueda cambiar mi modo occidental (sinónimo de «prisas») a la hora de tomar el té; pero sí evocará mi memoria -al menos- parte de lo que aquí he aprendido.
    Gracias José Antonio.
    ¡Un abrazo!

  3. «El espíritu de la ceremonia del té constituye un modelo cuyo objetivo es impregnar y prolongarse al resto de las actividades cotidianas, suprimiendo los rituales artificiosos, practicando la bondad, eliminando la ostentación.»…………………………… Me viene a la memoria la frase de Nabokov: «En el arte lo importante es la forma no el contenido». Quizas lo importante no sea la trascendencia tan narcisista de lo que hagamos sino la forma y el espiritu con que lo hacemos. Un abrazo.

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