Arte japonés y teatro noh
VALLADOLID. SALA MUNICIPAL DE EXPOSICIONES DEL MUSEO DE PASIÓN
Del 20 de actubre al 11 de diciembre de 2016
C/ Pasión, s/n, Teléfono 983 37 40 48
De martes a domingo y festivos de 12 a 14 h.
y de 18.30 a 21.30 (lunes cerrado)
Las pinturas y grabados de la exposición Elogio del silencio nos permiten introducirnos en la elegante estética del teatro clásico japonés noh, que se caracteriza por su solemne quietud. Con una amplia selección de más de cien obras de arte, la exposición plantea un recorrido por las claves de arte japonés y el teatro noh, presentando sus dramas más famosos por medio de artistas especializados en esta temática.
En la estética clásica japonesa hay una tendencia hacia la belleza de simplicidad, el vacío y el silencio. Este austero gusto por la sencillez natural tiene sus orígenes en la primigenia religión del sintoísmo y en el budismo zen, que desde la Edad Media cautivó a la poderosa casta guerrera de los samuráis.
En el periodo Muromachi (1333-1573) los militares gobernantes comenzaron a practicar y patrocinar un nuevo tipo de teatro culto, tan ceremonial y profundo como la ceremonia del té. Los dramaturgos y actores del noh estuvieron apoyados por el mecenazgo del shōgun desde los tiempos de Ashikaga Yoshimitsu (1358-1408), protector de Zeami Motokiyo (1363-1443), quien acabaría siendo el más importante escritor y teórico de este tipo de teatro. En un principio, las representaciones estaban a cargo de familias nobles e incluso muchos de los grandes gobernantes militares de Japón eran muy aficionados a subirse a los escenarios. Durante el periodo Edo (1615-1868), los gobernantes del clan Tokugawa reglamentaron hasta el último detalle las representaciones de teatro noh, acentuando aún más su ritmo protocolario. Su solemnidad y su simplicidad se enriquecen con la tendencia de los dramas del noh, el misterio, la insinuación y lo efímero (yūgen). En la era Meiji (1868-1912), que supuso la restauración de la figura imperial y la modernizaron el país, todo lo asociado con la cultura de los antiguos samuráis se interpretó como un lastre para el progreso de la nación. Sin los samuráis en el poder, el noh estaba en peligro de desaparecer. Sin embargo, a finales del siglo XIX los intelectuales y artistas iniciaron un movimiento de recuperación de los valores de la cultura tradicional japonesa. Desde entonces el noh ha sido considerado como uno de los mayores logros de la civilización japonesa. Actualmente, el teatro noh es la tradición dramatúrgica viva más antigua del mundo y forma parte de la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.

Murasaki Shikibu
Los dramas noh se inspiran en los grandes mitos y leyendas de Japón. Muchas veces proceden también de las grandes obras de la literatura nipona, como el Genji Monogatari y el Heike Monogatari. Este repertorio también fue adaptado a otras formas teatrales más populares, como el kabuki o el bunraku, en incluso también al mundo del cine, por lo que podemos afirmar que el noh es una clave fundamental para entender el pasado y el presente de la cultura japonesa.
Las actuaciones apenas tienen acción, y la poesía, la música y la danza forman parte esencial del espectáculo, que más bien parece una ceremonia por su tensa lentitud. La representación es un elogio del silencio. Apenas hay diálogos. El escenario, un sencillo tablado cubierto por un tejado elevado por cuatro pilares, casi parece un santuario, sin decoración alguna salvo un pino pintado al fondo que representa la perenne divinidad. Un pasillo lateral jalonado por tres pequeños pinos reales, también forman parte del escenario. Los elementos del decorado son elaborados de forma muy esquemática y minimalista, mediante una estructura de bambú forrada en cintas de tela de colores. El actor principal (shite) viste siempre lujosos kimonos bordados, herencia del aristócrata origen del noh. El abanico sirve para representar simbólicamente cualquier objeto que lleva el actor, desde una espada a una bandeja. El protagonista muestra su apariencia espectral por medio de máscaras esculpidas en madera. Existen más de doscientas tipologías diferentes para encarnar a todo tipo de dioses, demonios, dragones, seres sobrenaturales, samuráis atormentados por su crueldad en el pasado y mujeres que han perdido la razón por el desamor, los celos o la desaparición de un hijo. En estos casos, los papeles femeninos también son interpretados por actores, pues en el noh solamente actúan hombres. Antiguamente las representaciones se alargaban todo el día y se interpretaban cinco dramas intercalando animadas obras cómicas llamadas kyōgen.
La exposición Elogio del silencio presenta la visión del noh de un variado grupo de artistas que trabajaron entre los siglos XIX y XX. Estos pintores han inmortalizado los momentos más relevantes de los dramas noh, siempre en una atmósfera intensa, con grandes fondos neutros que simbolizan el silencioso vacío de los escenarios. Las pinturas, en formato de rollos verticales para ser colgados (kakejiku), muestran composiciones con el atractivo colorido de la tradición de la Escuela Kanō y de la corriente Nihonga. El artista más destacado es Tsukioka Kogyō (1868-1927), hijastro de Tsukioka Yoshitoshi y discípulo de Ogata Gekkō, que se especializó desde el comienzo de su carrera en el mundo del teatro noh. Sus grabados siguen la tradición xilográfica japonesa denominada nishiki-e, con una calidad de estampación insuperable. También pueden verse en la exposición los trabajos de sus discípulos Yamaguchi Ryōshū (1886-1966) y Matsuno Sōfū (1899-1963).
Las pinturas de esta exposición proceden de la colección “Pájaro profeta” del médico zaragozano José Antonio Giménez Más y los grabados de otra colección particular.
Prof. David Almazán Tomás, Universidad de Zaragoza
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