Hace unos días se clausuraban los actos de conmemoración del segundo aniversario de la Revista «Ecos de Asia», magnífica iniciativa llevada a cabo por jovencísimos investigadores de la Universidad de Zaragoza. Su energía y preparación se vuelcan en páginas llenas de originalidad y buen tino. Son ya dos años y todo hace presumir que serán muchos más.
Fue su voluntad que la Colección Pájaro Profeta tuviera presencia en su exposición conmemorativa, y allí estuvimos gustosos de compartir espacio y entusiasmo: unos cuantos emperadores de la dinatía Qing, algunos rollos de mano, libros antiguos, sellos, pinceles, todo magníficamente expuesto a su gusto y entremezclado con otras interesantes aportaciones a favor de un resultado final que integraba el interés que Oriente inspira por estos lares, puro espíritu «Ecos de Asia».
Y no sólo eso, en el acto de clausura se interesaron por los orígenes de la Colección, se mencionaron las ya numerosas exposiciones comisariadas en su mayoría por David Almazán, el por qué del nombre de la colección… Conversamos…
Me gusta y me alimenta la Tradición de Oriente. Me gusta y alienta la profecía perenne de la contumaz regeneración, la vida que permanece más allá de nuestra individualidad, más allá de la vana ilusión de nuestro ego: que siempre llega la primavera, anuncia el Pájaro Profeta.
Ya brota el invernal ciruelo
Ya cantan los pájaros como el profeta
Perplejo contemplo las hierbas de primavera
intentando anidar sobre el peldaño de jade.
Wang Wei
No me resistiré a traer aquí el contrapunto europeo que me aporta mi amigo Ángel Escobar, ese pozo de cultura y conocimiento del que tantas veces he bebido: T. S. Eliot, La tierra baldía (1), un canto a la muerte, al deseo de estar muerto y no despertar, la depresión, le mal de vivre de una Cultura exhausta que tras duros avatares ha perdido la fe y la esperanza.
Abril es el más cruel de los meses, pues engendra
lilas en el campo muerto, confunde
memoria y deseo, revive
yertas raíces con lluvia de primavera.
El invierno nos dio calor, cubriendo
la tierra con nieve sin memoria, alimentando
un hilo de vida con tubérculos secos.
La tierra baldía. T. S. Eliot
¡Cómo conjugar tanta belleza poética con tan desgarrada devastación! Quiero ver, me parece adivinar, en el ultimo verso una velada esperanza que entronca, tal vez, con el lejano Oriente que sin duda conoció de la mano de su mentor Ezra Pound, y éste de Ernest Fenollosa… ORIENTE, siempre tan presente.
Aunque la niega, no la oculta. Sólo huye de la emoción desgarradora quien antes la ha sentido.
Si hubiera agua
en vez de roca
y también agua
y agua
un manantial
una poza entre la roca
si por lo menos se oyera el sonido del agua
no la cigarra
y la yerba seca cantando
sino el agua resonante sobre una roca
donde canta el zorzal ermitaño en los pinares
Drip drop drip drop drop drop
pero no hay agua.
La tierra baldía. T. S. Eliot
(1) T. S. Eliot. La tierra baldía. Edición y traducción de Andreu Jaume.Lumen, 2015.
José Antonio Giménez Mas
molto molto belle, grazie