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La guerra destructora y la paz beatífica parecen darse la mano en la figura del samurái. Sólo la luminosa conjunción alquímica de los opuestos (C. G. Jung) hace comprensibles armonías tan imprevisibles. No es exclusivo de Oriente, en España mismo, Don Quijote y el quijotismo, los libros de caballerías en general, caricaturizan con hondura muchas de las facetas del samurái.
Los militares de la familia Hojo, gobernantes de Japón, siglo XII, sintonizaron con el espíritu austero y disciplinado de un nuevo budismo procedente de China, el budismo Chan (después Zen) que, sin cuestionar los principios sintoístas de amor patrio y lealtad sin límite, aportaba sentido de trascendencia a una vida de sacrificio que incluía la muerte en cualquier momento.
La muerte, un acto impuro para el sintoísmo, cobraba con el budismo Zen un significado trascendente y profundo, lejos de los rituales de lujo de las sectas del budismo imperante y del entorno imperial de Kyoto. El Zen aportaba al guerrero una serena confianza en su destino, una actitud estoica ante el peligro y la desgracia, y alentaba una disciplina basada en la fuerza de voluntad y en la confianza en sí mismo.
Afirmación de sí mismo, y negación al mismo tiempo, sentido relativo de la vida y de la muerte, ambas sometidas a principios de lealtad, piedad filial y benevolencia. Para cultivar estos principios había que ejercitarse en el ascetismo moral y en una práctica mental y espiritual elevada que interiorizara una disposición natural al sacrificio, sin ostentación, sin hacerse notar.
El samurái tiene en el deber un imperativo categórico, actúa con rectitud y firmeza confucianas, pero lo hace con benevolencia, virtud inseparable del espíritu del hombre. La cortesía es un ejercicio de dominio sobre sí mismo y de dignidad generadora de respeto. En la creación poética, y el amor a las letras y a la buena escritura, cultivaba las emociones más delicadas para fomentar la compasión hacia el sufrimiento ajeno.
Aprende el oficio de la guerra. En ella, el objetivo no será matar ni destruir al enemigo, sólo incapacitarlo para la acción; pacifismo confuciano. Los prolongados periodos de paz social impuesta por los sucesivos gobiernos de los shogunes dieron como producto una casta militar dedicada a unas armas inactivas cuyo cultivo devino en arte y, como arte, en indagación del espíritu. Artes marciales, entre ellas el kendo, o arte de la espada, y el kyudo, o arte del tiro con arco, ambas camino –do– de perfeccionamiento moral y espiritual.
En el kendo, la espada representa el golpe rápido y certero de una acción sin vuelta atrás; en el kyudo, la acción meditada y pausada que tras controlada tensión marca un destino ineludible, sin retorno. La mente vacua, en la plena atención, está en la base de ambos caminos, capacidad de discernimiento que permite abandonarse sin reservas a una acción programada en la que el arte aflora con espontaneidad absoluta. Vacuidad y plenitud en la que la flecha emerge hacia su destino y la espada resuelve sola, como autómata.
El Zen, en las armas como en los demás ámbitos, no es mera contemplación filosófica evanescente, es la preparación para entrar en el mundo de lo absoluto, sin ego, con altruismo y la seguridad de responder a una pulsión universal que trasciende la vida y la muerte. Mente fluida para actuar en libertad, sin apego a la vida, sin miedo a la muerte.
Para el samurái, portar armas, significa reverencia, benevolencia, cultivo de elevados sentimientos. “La espada es el alma del samurái”, símbolo de lealtad y de sacrificio, una más grande para el ataque, otra más pequeña para la autoinmolación, el seppuku –harakiri–, institución ceremonial del suicidio. Lealtad y entrega, apertura en el más amplio sentido, el samurái decide cuándo tiene que morir.
La convergencia sacerdocio milicia dio lugar a la creación un modelo social y moral denominado Bushido, camino del guerrero, que terminó por ser ‘flor y raíz’ (Nitobe) de la sociedad japonesa. Épica y mística, mysterium conjunctionis.
José Antonio Giménez Mas
URBAN GALLERY (.pdf): http://www.urbangallery.es/enlaces/oriente11.pdf
Todo lo de Oriente me gusta, aunque las diferencias del Zen, Sintoimo, Budismo y otras raices, son confusas para mi. He estado en China y Japón y he visitado sus templos, como tambien lo he hecho en Vietnam, Birmania e India de donbde partieron todas ellas. He guardado el pdf.para leerlo de nuevo. ya te dije que soy agnóstica, pero me gusta saber sobre las religiones.El Taoismo y el Confucionaismo, que son filofías, me atraen más. Estupenda entrada.
Hola Rosa. Gracias por tu comentario. Dos libros breves que pueden ayudarte en tu búsqueda:
– «Taoísmo, Budismo Zen y Cristianismo: Tres caminos de espiritualidad universal» de Federico Lanzaco Salafranca. Editorial Verbum.
– «Sintoismo, el camino de los Kami» de Sokyo Ono. Editorial Satori.
Un abrazo
Un blog completísimo. Por curiosidad ¿has leido «Zen en el arte del tiro con arco»? Es un hermoso relato sobre el aprendizaje del kyudo desde la perspectiva de un occidental.
Sí, lo he leído aunque hace años.Incluso he regalado algún ejemplar. Tengo que reconocer que con las artes marciales me cuesta no entrar en contradicción, épica vs mística, aunque entiendo que en ellas hay un ‘do’ que se extrapola a otras áreas de nuestra existencia.
Gracias por elogiar el blog, me alegra que te guste.
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