El telón de los Qing

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de la exposición «China en Fraga (Huesca)»

El conjunto de grabados xilográficos de la dinastía Qing han tirado de mi curiosidad, post after post, más allá de lo que me suponía y mucho menos de lo que tal vez merecen. El viejo y deteriorado papel que los soporta, velo tupido de insinuada transparencia, agita el deseo, el ansia por desvelar.

Más allá de su belleza, en cualquier caso cuestionable, no puede uno contemplarlos y permanecer pasmado sin preguntarse quiénes son esos personajes, quiénes las personas, cómo llegaron allí, por qué hoy, como Sábanas Santas muestran su impronta, tan opaca a mis ojos, tan lejana a mi entendimiento, tan cercanas a mi corazón. ¿Por qué me atraen tanto?

Algo de inquietante hay en esa extraña satisfacción, de como de misión cumplida, que toca al coleccionista cuando de pronto, tras perseverante y paciente búsqueda, pieza a pieza, el puzle se ve completado y, bruscamente, intercambiando los papeles, te sientes inquisitoriamente observado desde el objeto, ¿Y esto para qué? La pregunta compromete.

Se trata de una serie de xilografías de gran tamaño (128 x 59 cm, montadas en una superficie de 172 x 63 cm), tal vez impresas en la primera mitad del siglo XX y montadas en rollos colgantes que los chinos denominan li zhou. Grabado popular, masivo pero coloreado a mano, uno por uno, tal vez sin mucho miramiento. Desconozco el por qué y el para qué o si algo había que celebrar o conmemorar en momentos que, sin embargo, imagino hostiles con su inmediata historia.

Sin embargo, parecen haber colgado largamente sus paredes. Historia, mucha historia, demasiados interrogantes.

Sin duda, inspirados en retratos oficiales, sus ropas y abalorios, el trono y la ornamentación, representan fielmente lo que corresponde. También el rostro, sus rasgos son distinguibles, al menos los de los emperadores, creo que también los de ellas, las emperatrices.

Ahora que sé un poco de cada uno, intento mirarles a la cara en un imposible tú a tú y, estrujando mis neuronas en espejo, esas que nos permiten aproximarnos al pensamiento del otro, trato de entrever en ellos el orgullo de ser lo que fueron, imaginar su ilimitado poder y el sufrimiento propio y ajeno por su impotencia, admirar temerosamente su inmensa responsabilidad y comprender la frustración de su torpeza, envidiar tal vez los placeres y privilegios, y adivinar el ignorado papel que ante la historia jugaron ellas, todas menos una: Cixi.

Me interesó empezar por ella, que no está ni al principio ni al final de la secuencia dinástica, ni siquiera en medio, pero es que esta emperatriz viuda y regente, con sus aciertos y errores, rompió todos los moldes y me tentó a romper los míos, esos del academicismo ordenado, lógico y cronológico.

Ahora sí, éste orden se ajusta a la cronología de los Qing:

Nurhaci – Hung Taiji – Shun Zhi

El yang de los Ming será sucedido por el yin de los Qing; su mensaje, que aludía a la ineludible sucesión cíclica de los acontecimientos, se convirtió en profecía.

De Shun Zhi a Kang Xi

El general Wu pidió ayuda a los manchúes, y los manchúes se quedaron en China. El memorándum elaborado por el papa Clemente XI malogra una oportunidad histórica de entendimiento.

 Yong Zheng – Qiang Long – Jia Qing

Qiang Long, junto con su abuelo Kang Xi, marca la época de mayor esplendor de la dinastía. Qiang Long  fue un emperador culto y sensible a cuya dedicación, esmerado cuidado y catalogación debe mucho el actual patrimonio artístico de China.

Dao Guang y Xian Feng

Las Guerras del Opio. Nunca sabremos cuál hubiera sido la deriva del gigantesco Imperio dejado a su suerte, cuál el signo de su latente revolución interior.

Ci An y Ci Xi

Ambas tramaron un inteligente y magistral golpe de timón a una zozobrante deriva política. Ci An y Ci Xi lograron gobernar en nombre de su hijo, el emperador Tong Zhi.

Tong Zhi

Fue la primera de las tres regencias de Ci Xi. China inicia el camino hacia la modernidad. Tong Zhi, con 16 años toma las riendas del imperio. Poco antes de cumplir los 19 y tras algo más de dos de un gobierno abúlico y decadente, muere sin dejar descendencia, no sin antes ratificar el regreso de las regentes.

Guang Xu

Su corta edad garantizaba una nueva y larga regencia, la segunda de las emperatrices viudas. Cixi acepta la modernidad de Occidente como un hecho incontestable. Guang Xu reorienta el gobierno hacia el conservadurismo y abandona los programas reformadores de Cixi, entre ellos la modernización de los ejércitos.

1894. La Guerra Sino-japonesa

Japón quería gobernar China para imponerse a Occidente. Guang Xu firmó una paz ruinosa y deshonrosa. El deshonor hizo mella en los chinos. Movimiento de los Boxers. Cixi retoma el poder imperial sustituyendo a un emperador sometido e incapacitado. Será su tercera y última Regencia.

Xuantong, el último emperador

Cixi arma a los Bóxers y se enfrenta a ocho potencias extranjeras.

1900, la Ciudad Prohibida es invadida, la Corte Imperial huye de Pekín. 1902, vuelve con un amplio plan de transformaciones entre ellas la instauración de una monarquía constitucional a la inglesa. 1908, deprisa y corriendo, y con la muerte en los talones, Cixi convierte a su sobrino Puyi en sucesor de Guang Xu que fallece el 14 de noviembre, Cixi lo hace un día después.

1911, Xuantong abdica a favor de la nueva República Constitucional. Fin de la dinastía Qing, fin del Imperio Celeste.


Oculta tras el telón, Cixi asistía a las audiencias imperiales presididas por el emperador niño de turno; tras el telón, viendo sin ser vista, dejaba oír su voz, ejecutaba su omnipresente autoridad.

Termino así esta breve aproximación a los Qing que no ha tenido más objetivo que la de acercarme tímida y amorosamente al trasfondo de la representación, arañar respetuosamente la superficie del velo, mirar acaso entre bambalinas y entresacar algo de la vida, de la historia viva, congelada in vitro bajo lienzos impresos de 172 x 63 cm.

SE BAJA EL TELÓN

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Dong Kingman, para «55 días en Pekín»

José Antonio Giménez Mas

2 comentarios en “El telón de los Qing

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