A pesar de sus indiscutibles cualidades y de haber disfrutado de un largo y glorioso reinado, Kang Xi fue posponiendo la cuestión sucesoria, año tras año, sin que nunca encontrara el momento propicio. Fue en su lecho de muerte, deprisa y corriendo, cuando se decantó, dice la historia oficial, a favor del cuarto de sus hijos, el que habría de reinar con el nombre de Yong Zheng. Su reinado comenzó bajo la sospecha de que había sido una decisión impuesta; su legitimidad fue cuestionada.
Kang Xi había dejado una amplia descendencia de la que sólo en varones vivos se contaban hasta veinticuatro. En vida, había mostrado preferencia sucesoria por uno de ellos que, a pesar de los esfuerzos del emperador, no parecía estar dotado de las cualidades mínimas para gozar de tal responsabilidad. Por consejo de sus principales asesores, el emperador se vio obligado a apartarlo, decisión que no estuvo exenta de confrontación y litigio. Tras este primer revés, la cuestión sucesoria no fue ya nunca fácil para Kang Xi.
Yong Zheng 雍正 (1678-1735), quinto emperador Qing, tercero entre los que gobernaron en China. Reinó entre 1722 y 1735. Dada la mencionada sospecha respecto a su nombramiento, sintió la necesidad tomar precauciones especiales para asegurarse el cargo y empezó concentrando el poder militar en su persona, en detrimento del reparto de banderas entre los príncipes, sus hermanos, que seguía la tradición manchú desde Nurhaci. Igualmente, y tratando de no caer en la indecisión sucesoria de su padre, asumió personalmente, sin asesores oficiales, la designación del hijo que habría de sucederle.
Tal clima de desconfianza le llevó a tejer, en torno al gobierno imperial, una trama quasi policial, que se sustanció en desproveer al Gran Secretariado (órgano de gobierno de carácter funcionarial) de sus principales competencias a favor de un nuevo Gran Consejo que él mismo creó como órgano de asesoramiento personal, más restringido, y por tanto más manejable. Su gobierno ha sido calificado de despótico, pero vigoroso y eficiente en lo económico y en la lucha contra la corrupción.
Su acción de gobierno fue continuista, tanto en el fomento de la expansión budista, en detrimento del cristianismo al que persiguió, como en la defensa de sus fronteras. Murió, dicen que asesinado, a los 57 años de edad y sólo trece de gobierno, corto reinado si se compara con el de su padre y el que iba a disfrutar su hijo. Debido a la penosa experiencia habida con su designación sucesoria, Yong Zheng dejó claramente establecida la identidad del sucesor, su hijo favorito, también nieto predilecto de Kang Xi.
Reinó con el nombre de Qiang Long 乾隆 (1711-1799), sexto emperador Qing, cuarto de los que gobernaron en China. Accedió al trono en 1735, a los 25 años de edad y reinó hasta su abdicación voluntaria en 1796. Su largo reinado fue próspero y avanzado en lo social, cultural y militar, y se adornó en sus inicios con una revolucionaria reforma agraria que otorgaba derechos a los campesinos que trabajaban la tierra sobre los propietarios que simplemente la explotaban. Junto con su abuelo Kang Xi, marca la época de mayor esplendor de la dinastía.
El nuevo emperador era un guerrero hábil que expandió las fronteras chinas tanto hacia Asia central (Zungaria) como hacia el sudeste asiático (Vietnam). Durante su reinado se establecieron tensas relaciones, aún hoy no superadas, con el Tíbet con cuyo estado había un acuerdo por el que se le otorgaba cierto control a través de la presencia dos emisarios chinos en el gobierno.
Revueltas populares habidas en el Tíbet en 1750 terminaron con el asesinato de ambos emisarios así como de parte de la población china que allí vivía. Como consecuencia de la respuesta armada china, se impuso que, a partir de entonces, los emisarios tendrían el derecho de designar al Dalai-Lama, máxima autoridad en el Tíbet. Esta pérdida de autonomía sería compensada por China con honores extraordinarios hacia su figura y con la denominación de Rey Temporal del Tíbet. Este estatus se mantuvo vigente hasta la caída de los Qing, en 1912. El afán militarista del Qiang Long repercutió en un progresivo empobrecimiento del campesinado que había alcanzado envidiables niveles de desarrollo, superior incluso a los de sus contemporáneos en Europa.
Qiang Long quiso terminar con los conflictos étnicos del imperio, incluidos los derivados del origen extranjero de los monarcas, su dinastía. En un intento de homogeneización, estableció legalmente que el pueblo chino tendría un carácter multiétnico que incluiría, además de la mayoritaria etnia Han, a otros pueblos como mongoles, tibetanos, nepalíes y manchúes.
El emperador, al igual que su abuelo Kang Xi, era un hombre implicado con la cultura, la historia y las artes. Quiso garantizar en primer lugar la preservación de la cultura manchú que corría el riesgo de diluirse hasta desaparecer en la basta cultura del gran imperio celeste. Lo hizo compilando la genealogía de su propia lengua, rescatando su historia y recuperando las bases de su religión tradicional. Igualmente encargó la elaboración de una magna enciclopedia del saber chino (Los Cuatro Tesoros) que incluía las obras fundamentales del pensamiento confuciano, filosofía, ciencia, historia y literatura, todo ello en abierta competencia para superar las aportaciones culturales de la dinastía Ming a la que los Qing habían sustituido. Sobre tan colosal empresa cultural, que la historia ha sabido valorar en su justa medida, pesa la censura ejercida con la destrucción de ingente documentación, sobre todo la que cuestionaba determinadas actuaciones de los manchúes anteriores o posteriores a la irrupción de los Qing.
Se trataba de un emperador culto y sensible, él mismo escribía poesía, compulsivo coleccionista de arte, pintura, caligrafía, bronces, sellos, cerámica, objetos de jade, etc., a cuya dedicación, esmerado cuidado y catalogación debe mucho el actual patrimonio artístico de China. También fue un activo constructor de palacios tanto en la Ciudad Prohibida como en el después llamado Palacio de Verano, que incluía ya algunos edificios de estilo europeo por influencia y bajo la dirección de misioneros occidentales, a destacar Giuseppe Castiglioni. Bajo su reinado se inician contactos comerciales y culturales con Occidente, ya en ese momento cuajados de mutua incomprensión y que anunciaban difíciles tiempos venideros.
En 1796, cuando la duración de su reinado llegó a los 60 años, y por respeto a la memoria de su abuelo Kang Xi, al que no quiso superar, abdicó en su hijo Jia Qing. Sin embargo, tras la abdicación siguió ejerciendo el poder poniendo la máxima atención en proyectos culturales y artísticos, mientras ministros y funcionarios de su confianza pero corruptos consentidos, entre otros, su primer ministro Heshen, ninguneaban y obstruían los intentos de gobierno de su hijo, el nuevo emperador. Todo ello desencadenó una espiral involutiva que no cesaría hasta el final de la dinastía.
Jia Qing 嘉庆帝 (1760-1820), decimoquinto hijo de Qiang Long, reinó desde 1796 hasta 1820. Es el séptimo emperador de la dinastía, quinto entre los que gobernaron en China. Su madre, una de las concubinas favoritas del emperador, pertenecía a una familia de la etnia Han que había sido promocionada a altos niveles del estado. Parece que Qiang Long sí creía en su proceso de integración interracial.
El mediocre reinado de Jia Qing comenzó operativamente tras la muerte de su padre -el emperador retirado-, y lo hizo, por una parte, deteniendo y ejecutando al corrupto Heshen, cuyo poderío económico, sobre todo en patrimonio artístico era colosal, y por otra, concediendo la categoría de emperatriz viuda a su madre y convirtiendo legalmente su origen Han en Manchú, cambio de nombre de la familia incluido. No parece que en él, las aspiraciones integradoras multiétnicas de su padre hubieran arraigado lo suficiente.
Heredó un imperio con revueltas internas, él mismo sufrió al menos dos atentados por parte de miembros de su propia familia, y tuvo que reprimir, con un alto coste económico, las rebeliones de la secta del Loto Blanco (1794-1804) que se había alzado contra la subida de impuestos, y la Rebelión Miao (1795-1806), de carácter étnico y fronterizo. Por si fuera poco, fue precisamente durante su reinado cuando empezaron los problemas con el contrabando de opio que procedía de las colonias inglesas de la India y que iban a condicionar aún más la deriva hacia el empobrecimiento del país.
Jia Qing murió repentinamente por causas desconocidas en 1820. El trono fue heredado por su hijo Dao Guang.
José Antonio Giménez Mas
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En estos artículos has trazado un buen resumen de la historia imperial de China bajo la dinastía Qing. El año pasado llegó a Santiago una estupenda exposición de los tesoros de la Ciudad Prohibida, principalmente provenientes del esplendoroso periodo de Qianlong. Es importante destacar, como lo haces, la influencia cultural de los jesuitas, que se manifestó también en el arte de la pintura. El misionero Giuseppe Castiglione influyó como pintor de la corte en la proposición de un estilo que fusiona el estilo tradicional chino con elementos traídos de la pintura occidental. Con motivo de tal exposición, se editó una hermosa publicación con el catálogo ilustrado de la muestra (Centro Cultural La Moneda, noviembre-diciembre 2016). Un abrazo.
Gracias, Lino, por tu contribución. Me alegra mucho tu presencia aquí.