Tong Zhi

‘Orden y reforma’ es el ideal confuciano a que alude su imperial nombre; se lo debe a su madre Ci Xi.

Tongzhi

Tongzhi

Décimo emperador de la Dinastía Qing, Thong Zhi 同治, hijo de Xian Feng y de Ci Xi, nació en 1856 y murió en 1875 con apenas 19 años. En 1861, a la muerte de su padre, y con sólo 5 años,  fue nombrado emperador en cuyo cargo permaneció hasta 1875, fecha de su fallecimiento.

Hasta su mayoría de edad, el gobierno del gran país asiático estuvo en manos de una regencia compartida por las emperatrices viudas Ci Xi y Ci An. Desde el principio hubo un tácito reparto de funciones, mientras la maternal ternura hacia el emperador niño quedaba en manos de Ci An, Ci Xi asumía las labores de gobierno.

Fue la primera de las tres regencias que Ci Xi tuvo que afrontar en una larga vida dedicada a la política que terminaría en 1908, año de su fallecimiento. En contra de la voluntad del fallecido emperador Xian Feng, ambas emperatrices se hacen con el gobierno tras un sutil golpe de estado que deja fuera de juego a un Consejo de Regencia presidido por Sushun y marcado por su beligerancia en contra de las potencias occidentales.

Los hermanos de Xian Feng van a ir apareciendo en escena en función de las necesidades de Ci Xi que no duda en utilizar el perfil de cada uno, como actores de una gran Ópera China –que tanto le gustaba– en permanente construcción y al servicio de un imprevisible desenlace. En esta primera regencia cobrará un relevante papel el príncipe Gong, hombre de gran inteligencia y patriotismo, poco ambicioso en lo personal y proclive al entendimiento con Occidente cuya civilización admira. Él será el presidente del Consejo de Regencia.

Emperador Meiji. Retrato familia

Emperador Meiji. Retrato familia

El emperador niño, sentado en el trono, da la cara en las audiencias. Las emperatrices corregentes lo asisten desde detrás de un biombo donde, ocultas, como tras un telón, escuchan, preguntan y resuelven. Periodo de prosperidad cuya política de ‘puertas abiertas’ provee, en forma de aranceles, de los necesarios fondos para acometer reformas hacia una modernidad que mira a Occidente y que muy posiblemente fue inspiradora de la Reforma Meiji en el vecino país. El Japón medieval, bajo la desbordante presión de los Estados Unidos de América que propició la caída del gobierno militar de los shogunes a favor de un nuevo emperador, abría sus fronteras en 1868, tras más de 250 años de hermético aislamiento. El viraje hacia la modernidad fue vertiginoso y espectacular.

El coloso chino camina más despacio. Tras los dolorosos episodios de enfrentamiento de los emperadores Dao Guang y Xian Feng con las potencias occidentales, China inicia ahora, de la mano de Ci Xi, el camino hacia la modernidad, un tortuoso camino que no iba a ser fácil. Los sectores más conservadores veían con recelo estos avances, no tanto algunos como el telégrafo y el teléfono, pero sí otros como la tecnificación minera que amenazaba con abrir al extranjero los tesoros ocultos del milenario imperio y el ferrocarril que con su ruido ensordecedor planificaba recorrer el país de punta a punta arrancando la paz del descanso eterno de sus ancestros.

La prosperidad del periodo contrasta con las penurias de años anteriores y logra aplacar los constantes brotes de rebeldía campesina, muy especialmente la rebelión Taiping que fue definitivamente sofocada en 1864 con la ayuda de las potencias occidentales, ahora sí, a favor de una China en la senda del cambio que ellos deseaban. Las cosas no iban a ser tan fáciles.

En 1872 Tong Zhi cumple 16 años y asume la responsabilidad de gobernar el imperio. Ambas regentes se retiran al harén como emperatrices viudas con lo que el omnipresente biombo de las audiencias imperiales es retirado. El nuevo emperador resultó tener muy escasa iniciativa y, aburrido por la rutina burocrática, fue distanciando tanto las audiencias como la toma de decisiones, derivando así hacia la parálisis gubernamental.

Signo de los tiempos fue que, en 1873, recibiera al personal diplomático de los países de Occidente sin imponerles el ritual kowtow (postrarse arrodillados con la cabeza golpeando sobre el suelo), decisión que fue todo un hito en la historia pero que generó, una vez más, gran reticencia entre los sectores más conservadores.

Princesa Alute

Princesa Alute

En ese mismo año, y en contra de su voluntad, el emperador se casa con la princesa Alute, elegida por Ci An en cumplimiento de sus maternales obligaciones y tras tres años de ardua selección. Tampoco era del gusto de Ci Xi cuya candidata devino concubina. Ni una ni otra, el joven emperador era más dado a escapadas y desenfrenadas orgías con los eunucos de palacio.

Su pasión por lo mundano, aunque por otras razones, le llevó a coincidir con su madre en el proyecto de reconstruir el Palacio de Verano. Él, porque imaginaba allí idílicas veladas, ella porque con la excusa de buscar un adecuado lugar para retiro de las emperatrices viudas, cumplía un viejo compromiso contraído tras la humillación de 1860, cuando las tropas franco-británicas entraron a saco en el palacio y lo redujeron a cenizas.

El precio del proyecto era tan desmesurado que la nobleza gobernante se opuso firmemente y con los príncipes Gong y Chun a la cabeza, tíos del emperador, y después de convencer a Ci Xi, le hicieron desistir. A cambio inicia la restauración del Palacio del Mar, mucho más modesta, pero para los mismos fines. No parece que hubiera otras iniciativas destacables en su breve gobierno salvo la de ir dejando decaer el impulso de las reformas impulsadas por las regentes.

En 1874 el emperador cae gravemente enfermo, tal vez de viruela, quizás sífilis. El momento es aprovechado por la clase dirigente para plantear el añorado regreso de las regentes y que el emperador se ve obligado a aceptar. Al año siguiente, poco antes de cumplir los 19 y tras algo más de dos de un gobierno abúlico y decadente, muere sin dejar descendencia. Alute le sigue a la tumba tras 70 días de inanición voluntaria. Nada lo acredita pero, como una constante en la vida de Ci Xi, éstas y otras muertes estuvieron teñidas de la sospecha.

El gigantesco imperio se había quedado sin emperador; hubo que improvisar. Aunque el gobierno de las regentes estaba legitimado por el recién fallecido emperador, urgía el nombramiento de uno nuevo, a ser posible un niño que justificara la continuidad de la regencia. Ci Xi actuó con rapidez, y de acuerdo con Ci An, tomaron como hijo adoptivo al hijo del príncipe Chun, casado con una de las hermanas de Ci Xi y hermano del marido de ambas, el emperador Xian Feng. Así, por la adopción, el sobrino de Ci Xi se convertía en hijo de Xian Feng y del binomio Ci An y Ci Xi. Forzada maniobra, no exenta de nepotismo, que violentaba la tradición y que los sectores conservadores no dejaron de ver con cierto escándalo. Ci Xi era manipuladora, pero necesaria e indiscutible.

Bajo el gobierno de Guang Xu, que entonces contaba tres años, se inicia la segunda regencia de las emperatrices viudas que se prolongaría hasta la mayoría de edad del nuevo emperador, 1889.

Tiempos de cambio en los que, más allá de los emperadores de turno, Ci Xi marcará con aciertos y errores, las directrices del imperio. Apasionante, in crescendo.

José Antonio Giménez Mas

4 comentarios en “Tong Zhi

    • Sí, Blanca, este periodo de la historia es muy interesante y desconocido para nosotros. Intentar comprenderlo requiere ponerse en su piel, verlo con sus ojos, aprender unos de otros. Han pasado más de cien años. Gracias por tu interés.

  1. Pingback: El telón de los Qing | cuaderno de oriente

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