Ci An y Ci Xi

‘BONDAD SERENA’ y ‘BONDAD ALEGRE’ fueron sus respectivos nombres como emperatrices viudas. En solo dos meses, dos mujeres predefinidas como bondadosas transformaron la historia de China, el gran país asiático. No parece que serenidad y alegría fueran en ellas valores inmutables, tampoco la bondad beatífica. No seré yo quien juzgue.

Ci Xi

Ci Xi

Ocurrió tras la muerte del emperador Xian Feng (1831-1861). Ambas procedían de su concubinato, la primera ascendida a emperatriz y madre de una hija del emperador, la segunda aún en el harén pero madre del nuevo emperador, todavía niño, y dotada de una gran inteligencia y ambición.

Xianfeng había heredado de su padre Dao Guang (1782-1850) una actitud de abierta oposición a las hostiles aspiraciones de Occidente, especialmente de la Gran Bretaña. Ante el riesgo de asedio del Palacio imperial se retiró a la Residencia de caza y poco antes de morir ordenó a su hermano, el príncipe Gong, que desde Pekín intentara de templar el desventajoso hostigamiento.

Al mismo tiempo, en su lecho de muerte, el emperador nombraba un Consejo de Regentes, ocho hombres de su confianza –sus, hasta entonces, asesores y principales responsables de la gestión del desastre-, para garantizar la obstinada continuidad de una política de resistencia, sin duda noble pero abocada al más absoluto fracaso.

La misión del príncipe Gong y la del recién nombrado Consejo de Regencia eran dos fórmulas contrapuestas e irreconciliables. Sin embargo, en la práctica, oposición y apertura a Occidente alternaron y hasta se solaparon durante muchos de los años venideros. Política, arte de lo imposible.

Ci An, la Emperatriz Viuda tenía entonces 24 años, conocida como Zhen, era una mujer de carácter afable, de fácil trato y sin especiales ambiciones. Uno de sus principales méritos fue gestionar con especial habilidad la concordia entre concubinas. Como emperatriz le tocaba asumir oficialmente, y a todos los efectos, el papel de madre del nuevo emperador nacido biológicamente del vientre de  la concubina Yi.

Yi tenía 25 años y pertenecía a una antigua y noble familia enraizada en el primer emperador de la dinastía Qing, Nurhaci (1559-1626) pero su previsible destino era permanecer de por vida en el harén de un emperador muerto. El tiempo demostraría que su notable inteligencia aspiraba a volar más alto. Zhen y Yi, de mutuo acuerdo y basándose en antecedentes de la propia dinastía, lograron que se reconociera también para Yi el título de Emperatriz Viuda. Ci An (慈 安) y Ci Xi (慈 禧), dos emperatrices viudas, decidieron compartir armónicamente responsabilidades de estado, en principio ligadas solamente al cuidado maternal del joven emperador.

Ambas coincidían en que la política de enfrentamiento con Occidente sólo había llevado a su país al desastre; ambas estaban más de acuerdo con el príncipe Gong que en pocos meses y con acciones diplomáticas había logrado detener acciones que amenazaban seriamente con acabar con el imperio. En los dos meses que siguieron a la muerte del emperador, ambas tramaron un inteligente plan que terminó con la detención pacífica de los ocho miembros del Consejo Regente. Tres fueron ejecutados, ni uno más en un país superpoblado, de fronteras incontrolables y lleno de tensiones.

Magistral golpe de timón a una zozobrante deriva política inducida por los desconsiderados vaivenes que un Occidente altivo, más sediento de comercio que de dominio, no dudó en aplicar machaconamente al albur de una reconocida superioridad militar y en contra de una China perpleja y rebosante de historia pero social y tecnológicamente muy atrasada.

Ci An y Ci Xi, basándose también en antecedentes de la China más remota, lograron gobernar en nombre de su hijo, el emperador Tong Zhi (1856-1875), en una larga corregencia que se prolongó desde 1861 hasta 1873, momento en que el emperador cumplió 17 años, su mayoría de edad..

La historia iba a brindar a Ci Xi nuevas oportunidades; también renovadas responsabilidades…

José Antonio Giménez Mas

Ci Xi

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5 comentarios en “Ci An y Ci Xi

    • «La culminación de la inteligencia es la bondad» (J.A. Marina)
      Hay que decir, no obstante, que aquí el concepto es algo más ambiguo, incluye también el concepto de maternidad o maternal, por el que también ha sido traducido. Madre y bondad es una asociación bastante asimilable y en este sentido hay que entenderla aquí. Los emperadores en China, además de su nombre personal llevaban otro que trataba de pronosticar la época que iban a protagonizar. Estos nombres se les ponían al principio del reinado y sólo a veces iban a coincidir con la realidad futura.
      En el caso que nos ocupa hubo de todo. En el caso de Ci An, bondad y parece que nada más que eso, no es poco. El de Ci Xi es más complejo porque tuvo que enfrentarse a circunstancias realmente difíciles. Nadie duda de su enorme talla de estadista. Algo más contaré de ella.
      Gracias, Paco. Un abrazo.

  1. Pingback: El telón de los Qing | cuaderno de oriente

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